En el Día del Maestro
La escuela pública se ha convertido en nuestro último baluarte. Así como está, criticada porque sus alumnos no saben todo lo que los organismos internacionales desean que sepa un futuro obrero flexibilizado y sumiso, criticada por los gobiernos Nacional y Municipal porque sus maestros no están del todo capacitados para cumplir con su función. Sobre la columna vertebral del sistema -niños y docentes-, recae todo el peso de los cuestionamientos. Se responsabiliza a unos y a otros sin miramientos, desde la distancia del despacho y se mira hacia la escuela con ojos de gerente. Sin embargo, ya dijimos, la escuela es el último bastión de nuestra dignidad. Su carácter público sostenido con la presencia y la activa persistencia de su comunidad sigue siendo una bandera que hoy, cuando avistamos la crisis sufrida en Chile -el sistema educativo más privatizado de América Latina-, todos podemos y debemos seguir levantando.
En la Ciudad de Buenos Aires, el proyecto educativo del PRO se corresponde con un proyecto de sociedad que enfatiza el individualismo, la competencia y el miedo. ¿Se puede pensar acaso con el pretexto de la “seguridad” en una escuela se instalen cámaras? ¿Qué quieren perseguir, qué pasos no se quieren perder? ¿Será que el Ministerio de Educación tiene curiosidad por las rondas que abren todas las jornadas de los jardines de infantes, será que les intriga qué se lee en nuestras aulas? El control como todo fin produce métodos aberrantes y cuestionables de plano; la dictadura fue pionera en ese terreno y dejó, como vemos, herederos fieles. Mientras la gendarmería y la metropolitana custodian las esquinas del sur de la ciudad y sus calles se tiñen de verde militar y de amarillo neoliberal, dentro de las escuelas seguimos esperando que la próxima tormenta no se coma nuestros techos ni convierta los patios en verdaderas lagunas.
Si el problema son los docentes o los alumnos, debemos preguntarnos qué docentes han participado de las recientes y no tan recientes reformas del sistema educativo. Podemos mencionar a un docente que sí estuvo colaborando en el entretejido de la ahora cuestionada Ley Federal de Educación, se llama Daniel Filmus. También participó de la elaboración de la Ley Nacional de Educación, esa que aplaudieron burócratas y acólitos de turno, enarbolando la supuesta defensa de lo público que en la letra y en los hechos supuso una equiparación de la educación privada con la pública por la que luchamos, es decir, aquella escuela que no discrimina por creencia, ni ideología ni clase social a ningún alumno y tiene la obligación de recibirlos y educarlos a todos por igual. En la Ciudad de Buenos Aires, en este sentido, el presupuesto educativo destinado a la educación privada ha ido creciendo hasta superar los mil millones de pesos en el último año. ¿Fuimos los docentes -reunidos en dónde, consultados cuándo- los que decidimos destinar los fondos públicos, o sea, de todos, a las empresas de unos pocos? ¿Fuimos los docentes -¡cuándo, dónde!- los que decidimos hace un año y medio cerrar más de 250 grados en la Ciudad? Nosotros salimos a batallar porque la escuela siga de pie, nosotros peleamos conjuntamente con los estudiantes secundarios que nos hicieron despertar el año pasado cuando se pusieron al hombro ellos mismos la solución de problemas que no generaron, ¿o acaso son los alumnos los que deciden las políticas de estado, son los alumnos los que le ponen un techo del 6% del PBI al presupuesto educativo? ¿Dónde, cuándo?
El gobierno de Macri quiere evaluar a los maestros de la Ciudad; los medios ya predican el nuevo mandamiento del gobierno, y el ministro parece contento, quizá lo condecoren en un próximo acto como inventor de la pólvora. Los docentes venimos siendo evaluados desde hace años. Y sí, es cierto, todo sistema de evaluación es perfectible. Sin embargo, el pretendido examen que deberemos pasar tiende a discriminar funciones por fuera de nuestro estatuto, a premiar a algunos, a sacar docentes del aula. Poco se han preocupado por la evaluación y más parecen urgidos ministros y asesores, en macdonalizar la planta funcional de las escuelas. La medalla de la competencia ya brilla en las manos del ingeniero y del licenciado en sistemas que gobiernan.
A todo esto, oponemos nuestro trabajo diario, nuestra lucha cotidiana, nuestras pequeñas victorias en el aula y fuera de ellas. Una escuela pública con mayor presupuesto, una jerarquización de nuestros salarios, un lugar digno para enseñar y aprender.
9 de septiembre de 2011 -
Lista de Maestr@s y Profesor@s